
Escrito por: Patricia Gutiérrez Paz
Poeta, escritora y guionista.
Es imposible abordar la muerte sin hacer algunas citas imprescindibles: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos” – decía el gran Machado; y cuando se lo comenté a Inés -docta en humor negro, negrísimo- dijo -es que nunca nos encontramos con la muerte, no sé a qué santo tanta reverencia-, y tiene razón, cuando ella llega ya no estamos, ya cruzamos la otra vereda.

Lo bueno de la muerte, para mí, es su desplante. La afrenta. La amenaza. La forma en que te mira y desafía. Cuando -sin titubeos- te advierte que está llegando el «dead line». Cuando activa tus miedos más sutiles. Tus sombras más ocultas. Cuando, desde su luminosa oscuridad, te hace preguntas claves. ¿Qué puta hiciste con tu tiempo?
La muerte tiene una función casi pedagógica. Aprendemos al saberla cerca. No hay grises con ella. Aprendes, o aprendes. O te yergues desde tu miseria o sucumbes. No hay segunda vuelta.
Esa es la muerte que admiro. La que enseña. La docta. La que nos estremece hasta renacernos.
Woody Allen mete su nariz en la charla y acota; “No es que me asuste la muerte, es tan sólo que no quiero estar allí cuando suceda”. Inteligente se ríe de y con “ella”. Escondiendo -tras un pálido humor- su temor adyacente. Allen se sabe mortal y humano.
Y yo -ya pequeña ante tanta cita- en silencio pido que cuando suceda no sea de enfermedad, ni de aburrimiento. Que sea corta y rápida. Fulminante de preferencia. Y si posible, que mis amores «idos» vengan a por mí. Para adentrarnos juntos, a esa última travesura. La última travesía. La más insospechada. La impredecible. La imprescindible.

Lugar: Lomas de Arena
¡Ay! Si tan solo nos supiéramos mortales. Efímeros. La vida trascurriría, distendida y soleada.
Es el Día de los Difuntos, dicen, pa mi es el día en que la vida voraz nos recuerda; «estás vivo». Restriega en nuestra cara la urgencia de vivir. Vivir, como se debe, como si el mundo se fuera acabar mañana. Pero nosotros -pálidos mortales- no lo entendemos. Y seguimos dilatando decisiones. Amores. Riesgos. Y dudas.
«Viviendo, todo falta; muriendo, todo sobra”, recuerda otro gigante, Lope de Vega. Así de simple. Cuando el cuentagotas apremia, sobran hasta las citas que cito en esta nota.
Morir, en suma, nos pone en perspectiva. ¿Qué sería del mundo sin la parca?
El respeto a la muerte, el sabernos mortales, podría -tal vez- frenar esta eterna manía de vivir en lo sucesivo.
Falta “muerte” tras las redes, tras lo intangible, donde navegamos el vértigo, lo efímero y lo intrascendente; sin despeinarnos siquiera. Esta nota acaba de ser tragada por la blog esfera; y ya no existe.
En esta vida post Jobs -que maquilla la vejez y la muerte- falta noción de muerte.
Tanto falta, que ni su inexorable final le peluquea un poco la soberbia a los tiranos. Esa soberbia que parece grandeza pero es hinchazón; «y lo que está hinchado parece grande pero no está sano» (San Agustín).
Pero, volviendo a ella, debemos reconocer que; “una civilización que niega a la muerte, acaba por negar la vida”. -Octavio Paz.
